El espíritu de la caverna

Fragmento del libro

Empezó a tocar otra vez la música. El gallo estaba acurrucado en el suelo y no parecía oír los suaves sonidos de las flautas; pero éstas fueron tocando cada vez con más fuerza y el animal empezó a escuchar. Alargando el cuello miró a su alrededor con ojos inteligentes, y de pronto vio el agua. Introdujo rápidamente el pico en el cacharro para beber, y este hecho, al parecer satisfactorio, se anunció por medio de los tamboriles, que marcaban golpes de júbilo. Pareció que esto excitaba el interés musical del gallo, el cual movía el cuello y escuchaba atentamente; de pronto, dándose cuenta de que se encontraba en la proximidad peligrosa de la llama, quiso huir, pero no pudo por estar atado. Furioso entonces se irguió y lanzó un fuerte quiquiriquí, al que contestaron las flautas y tamboriles. Esto pareció darle la impresión de que lo que se pretendía era un pugilato musical; y volviéndose valientemente hacia los músicos batió las alas y volvió a cantar. Obtuvo la misma respuesta; y así se entabló una pugna que encolerizó de tal modo al bicho que después de un fuerte grito, logró libertarse del cordón y escapar al interior del mausoleo.

La música acompañó esta heroicidad con el mayor de los fortísimos; las voces de júbilo de los sacerdotes se unieron a las flautas y tambores y se atacó un final muy a propósito para cansar tanto a los cantantes como a los músicos.