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Comparables a los hermosos alicatados iraníes, los versos de Hafez están tan llenos de destellos y de movimiento que nos atrapan; ostentan un dominio técnico, una brillantez de imágenes y una melodía tales que sólo pueden ser el fruto de un creador inspirado y ante todo, inteligente y lúdico. A través de ellos podemos detectar el goce de su autor al realizar cada una de sus piezas como un orfebre y al construir ese mundo propio singular y deslumbrante, como un mosaico formado de piezas análogas que aparecen en posiciones distintas y cambiando de contexto, de modo que el ojo no tiene reposo y es siempre atrapado por la sorpresa. Esto explica que dichos poemas no envejezcan, que a cada lectura parezcan renovados, y que estén presentes en el mundo persa actual como referencia y punto de apoyo, tanto en la vida cotidiana —pues a ellos se acude para consultar el futuro— como en la creación.
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101 Poemas de Hafiz
El vuelo mágico
(Siruela, Madrid, 1995) se refiere a la asimilación del cuerpo humano con una construcción e incluso con un pilar cósmico, y dice que «romper el techo» significa la entrada en contacto con el mundo celeste. Dice literalmente: «entre los
yao
, indígenas de la China del sur, cuando alguien muere, el chamán sube al tejado y saca del centro tres tejas. La luz que penetra por esta abertura constituye el camino que el alma toma para subir al Cielo». Y también: «En el pensamiento indio, el
ahrat
que "rompe el tejado de la casa" y vuela por los aires ilustra con imágenes que ha trascendido el Cosmos para acceder a un modo de ser paradójico, o sea, impensable, ese de la libertad absoluta». Es evidente que Hafez no se halla lejos de estos conceptos e incluso los rebasa al ser el del cielo el techo que se propone romper.
El mundo, pues, es un destierro, de ahí que embargue al poeta una tristeza que es la misma que la provocada por la ausencia o separación del ser amado. Se trata, observa HBJ, de una tristeza dulce que va unida a una esperanza, y cuyo sentido es análogo al que le otorgó el Romanticismo europeo. De ahí la importancia de los mensajeros: el viento de Saba y la abubilla, ambos relacionados con Salomón, portadora la última de una misiva del rey a la reina yemení. Salomón no es el único personaje bíblico presente en el
Diván
, como él aparecen Noé, Moisés, Adán, José y el mismo Cristo, cuyo aliento -según la creencia musulmana- puede resucitar a los muertos. En distintas ocasiones, Hafez se refiere a Moisés -que también aparece en el
Corán
- para explicar la luz divina, pues en la azora 20 se dice que, en una noche fría y oscura, hallándose en el monte Tuwa y habiendo perdido el camino, Moisés buscaba fuego para calentarse cuando vio en la ladera un árbol en llamas. Al mirarlo con más detenimiento, comprendió que aquellas llamas se debían a una luz y no al fuego y que se trataba de una epifanía divina. Oyó entonces una voz que partía del árbol y decía: «Yo soy el Dios de todo el mundo».
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Relata la fantástica aventura de un marino durante un largo viaje en el mar. Este se inicia con el marinero abordando a un hombre que va a un matrimonio, pidiéndole que escuche su historia. La histori
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