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UMAR JAYYAM. Nació en Nisapur, en el Jurasán, en la segunda mitad de siglo XI de nuestra era, y murió en el primer cuarto del XII. Allí vivió dedicado a obtener sabiduría de toda clase, sobre todo de astronomía, materia en la que alcanzó gran excelencia. Durante el sultanado de Malik Sha fue a Merv, donde recibió grandes elogios por su competencia en ciencias, y el sultán lo colmó de honores. Cuando Malik Sha decidió reformar el calendario, Umar fue uno de los ocho eruditos designados para la labor; el resultado fue la era Jalali, un cómputo del tiempo que supera el juliano y alcanza la exactitud del gregoriano. Pese a sus éxitos, la audacia epicúrea del pensamiento de Umar hizo que nuestro poeta fuera visto con recelo por sus contemporáneos. Tras haber fracasado en su intento de encontrar otra providencia que el Destino, otro mundo aparte de éste, se dispuso a sacar el mayor provecho de él; y prefirió aliviar su alma a través de los sentidos aceptando las cosas tal como eran, antes que mortificarla inútilmente en aras de lo que podrían llegar a ser, Y así, lejos de constituir alegorías divinas, los placeres mundanos que Umar canta en su poesía son lo que afirman ser: su vino es auténtico zumo de uva; su taberna, el lugar donde había que beberlo. Todo ello, unido al jardín con las rosas en flor, constituye cuanto Umar desea en este mundo o espera del Paraíso.
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Cuartetas persas de Omar Jayyam
La copa de la muerte va a embriagarte,
te harán caer las vueltas que da el tiempo,
pero antes haz acopio en este mundo,
con las manos vacías no te vayas.
Das la vida y la muerte, Tú gobiernas
esta rueda sin orden de los cielos;
soy tu esclavo, aunque malo; ¿quién es, pues,
el culpable? ¿No eres Tú el creador?
Oh, mi rey, ¿puedo sólo contemplar
las rosas, este vino y estas danzas?
¿No es mejor un jardín con vino y flautas
que todo el paraíso y sus huríes?
¡Cómo brilla la luz, la luna, el vino,
las beldades de rostro de rubí!
No recuerdes la tierra a un corazón
de fuego, no lo aventes, trae líquido.
Oh, vino reluciente, estoy tan loco
que te voy a beber hasta que puedan
confundirme contigo desde lejos,
diciéndome: «¿De dónde vienes, vino?».
¡Bienvenida, oh reposo de mi alma!
Aquí estás y no creo lo que veo.
Por el amor de Dios, más que por mí,
bebe hasta que no sepas ya quién eres.
Un jeque dijo un día a una ramera:
«Te emborrachas y vas de mano en mano».
Ella repuso: «Soy lo que tú dices,
pero ¿eres tú lo que pareces ser?».
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