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En 1890, cuando ya goza de una brillante carrera como escritor, Oscar Wilde publica la primera parte de su ensayo "El crítico como artista", que titula "La importancia de no hacer nada". Con un lenguaje desenfadado y mordaz, propone que la labor del crítico es más meritoria que la del artista y aprovecha para escandalizar a la sociedad de su época con provocaciones y epigramas. Establece que la diferencia entre periodismo y literatura radica en que «el periodismo es ilegible y la literatura no se lee». Afirma que el público inglés «se siente mucho más a gusto cuando le habla un mediocre», y defiende los libros de memorias porque están escritos por personas que «han perdido por completo la memoria o nunca han hecho nada digno de ser recordado».
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La importancia de no hacer nada de Oscar Wilde
Como ve, es por esto por lo que el crítico estético rechaza esas expresiones artísticas que sólo tienen una cosa que decir, y una vez dichas se vuelven simples y estériles, y se inclina por aquellas que sugieren, hacen soñar o influyen en el estado de ánimo, y cuya imaginativa belleza permite que todas las interpretaciones sean acertadas y ninguna definitiva. Sin duda, alguna semejanza habrá entre la obra creativa del crítico y la obra que la ha provocado, pero ese parecido no será como el existente entre la naturaleza y ese espejo que se supone que proporciona el paisajista o el retratista, sino el existente entre la naturaleza y la obra del artista decorativo. El crítico reproduce la obra que critica del mismo modo en que tulipanes y rosas florecen en las alfombras sin flores de Persia, resultando agradables a la vista pese a no estar reproducidas con formas o líneas claras; del mismo modo en que la perla y el púrpura de las caracolas marinas tienen su eco en la iglesia de San Marcos en Venecia; del mismo modo en que el techo abovedado de la maravillosa capilla de Rávena se ve embellecido por el oro, el verde y el zafiro de la cola del pavo real, aunque por ella no vuelen las aves de Juno; de un modo que nunca es imitación, y cuyo encanto puede residir parcialmente en el rechazo de todo parecido para mostrarse a nosotros de una forma que no sólo es el significado sino el misterio de la Belleza, y que, al trasformar todas las artes en literatura resuelve de una vez por todas el problema de la unidad en el arte.
Oscar Wilde
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