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Probablemente, Narracion de Arthur Gordon Pym es la obra de Edgar Allan Poe (1809-1849) que ha suscitado valoraciones más dispares. Los surrealistas han hablado con gran estima de la eficacia evocativa de sus elementos inconscientes (por los que se ha interesado también el psicoanálisis) y los aficionados al realismo mágico elogian tanto el encadenamiento de aventuras que aparecen en la superficie como la corriente subterránea, alegórica y extraña, que las transporta. En cuanto a la abrupta conclusión de la historia, lo más probable es que sea una exigencia de la propia trama; a las puertas del gran misterio, el narrador se ve obligado a callar. «Y este silencio —concluye Julio Cortázar, traductor y prologuista de esta edición— tiñe todo el libro con un horror sagrado, insinúa un sentido ambiguo en cada escena anterior, enriquece misteriosamente el relato y a la vez lo desnuda de su fácil truculencia para dejar entrever detrás de esas matanzas, ese canibalismo, esa exhibición de cadáveres descompuestos, un signo profundo de hombre en lucha consigo mismo o con el destino».
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Narracion de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe
La siposis del libro "Narración de Arthur Gordon Pym" de Edgar Allan Poe en español es la siguiente:
"La narración de Arthur Gordon Pym es una aventura marítima y de aventuras que sigue a un joven estadounidense llamado Arthur Gordon Pym, quien se encuentra en una serie de peligrosas y extraordinarias aventuras a bordo de un barco de vapor y en el mar. La historia comienza con la descripción de la vida de Pym en Nueva York, antes de que se embarque en un viaje que lo llevará a través de los mares del sur y a través de una serie de aventuras emocionantes y peligrosas.
A lo largo de la historia, Pym se encuentra con una serie de personajes interesantes y peligrosos, incluyendo a un capitán de barco loco y a un grupo de piratas.
Como un relámpago comprendí la verdad. Corrí hacia él y lo levanté. Estaba borracho, atrozmente borracho, incapaz de mantenerse en pie, de hablar o de ver. Tenía los ojos vidriosos, y cuando lo solté, desesperado, rodó como un tronco en el agua del pantoque, de donde acababa de sacarlo. Era evidente que aquella noche había bebido mucho más de lo que yo sospechaba y que su conducta, mientras estábamos acostados, era resultado de una intoxicación alcohólica en el máximo grado -grado que, a semejanza de la locura, permite con frecuencia imitar la apariencia exterior de alguien que guarda plena posesión de sus sentidos. Pero el frío de la noche había producido sus efectos usuales; la energía mental cedió a su influencia, y la confusa percepción que sin duda tenía Augustus de su peligrosa situación había contribuido a acelerar la catástrofe. Se hallaba ahora completamente insensible y pasarían horas antes de que volviera en sí.
Casi imposible es concebir el terror que sentí. Los vapores del vino habían desaparecido, dejándome en un estado de timidez y de irresolución. Sabía que era absolutamente incapaz de gobernar el bote y que el viento huracanado y el fuerte reflujo nos precipitaban a la destrucción. Una tormenta se preparaba a popa; carecíamos de brújula y de provisiones, y si manteníamos nuestro rumbo actual, antes del alba perderíamos de vista la tierra. Estos pensamientos y multitud de otros igualmente horribles pasaron por mi mente con aturdidora rapidez y me paralizaron al punto de no dejarme hacer un solo movimiento. El bote navegaba a espantosa velocidad, con todo el trapo al viento, sin un solo rizo en el foque o la vela mayor y con la proa sumida en un mar de espuma. Fue un verdadero milagro que no cambiara de rumbo, pues, como he dicho, Augustus había soltado el timón y yo estaba demasiado agitado para pensar en tomarlo. Por suerte se mantuvo fijo y poco a poco fui recobrando algo de mi presencia de ánimo. El viento, sin embargo, arreciaba horrorosamente, y cada vez que nos alzábamos, después de habernos sumido de proa, el oleaje nos tomaba por la bovedilla y nos inundaba. Yo había llegado a un grado tal de entumecimiento que casi no experimentaba sensaciones.
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