Leer libro Granada la bella en formato epub
He aquí un libro único dentro de la historiografía española, uno de los grandes libros españoles. Con estas páginas Ángel Ganivet inaugura una literatura municipal y urbanística que tendrá amplia resonancia en las letras del siglo XX. Es un alegato ante un tema obsesivo en el mundo moderno: el destino y peligro de las ciudades artísticas. En prosa incisiva y castiza el más temprano escritor de la generación del 98, recoge en libro una serie de artículos periodísticos que constituyen una campaña literaria en favor de la salvación urbanística de una de las primeras ciudades del mundo; GRANADA LA BELLA es un libro apasionante, de recomendada lectura para los hombres de hoy. Los problemas que plantea Ganivet son más de hoy y de mañana que del ayer para el que parecen estar escritas estas páginas. Nace con este libro, que ahora se reimprime, otro de los grandes temas del 98: el interés por la ciudad artística. Ganivet frente a su Granada y Barrés ante Toledo personifican el estilo de una generación de escritores europeos que hoy son considerados como pioneros del mundo actual.
Granada la bella de Angel Ganivet
La siposis del libro en español es la siguiente:
"Granada la bella es un ensayo literario escrito por Ángel Ganivet en 1887. En él, el autor describe la ciudad de Granada y su cultura, historia y patrimonio. Ganivet, un escritor y filósofo español, utiliza un lenguaje poético y evocador para narrar la belleza y la grandeza de la ciudad, desde sus calles y plazas hasta sus monumentos y edificios históricos.
El libro es una obra maestra de la literatura española y ha sido considerado como una de las mejores descripciones de Granada de todos los tiempos. En él, Ganivet aborda temas como la arquitectura, la música, la poesía y la cultura granadina, y ofrece una visión única y fascinante de la ciudad y su identidad.
Muchas veces, al volver a Granada después de largas ausencias, he notado en mí, al ponerme en contacto con el aire natal, cierta alegría espontánea, corpórea, que me ha hecho pensar que no era yo quien me alegraba, sino mis átomos al reconocerse; ellos, con una sensibilidad propia, aún no vista de los «hombres del microscopio», en medio de sus antiguos amigos, de sus parientes más o menos cercanos. ¿Quién sabe si el amor patrio no será en el porvenir una fórmula química representada por la suma de los diversos grupos atómicos locales, que forman la personalidad en cada momento, y si no se llegará definitivamente a la fraternidad humana por medio de la insuflación de aires extranjeros? Por lo pronto yo me figuro que cuando viajo llevo conmigo mucho de mi ciudad natal, y algo de todas las que he ido conociendo, y que de ese al parecer monstruoso conjunto, brotan sentimientos de armonía hasta cierto punto involuntarios. Hay quien recorre media Europa, y vuelve a España decidido a «implantar» un tranvía de nuevo sistema, un nuevo aparato para regar las calles o alguna curiosidad burocrática con que perfeccionar nuestra complicada administración. A mí no me ocurre «eso».
Admiro muchas cosas, y las respeto todas en lo que tienen de respetable; pero jamás me da la idea de cambiarlas de sitio. Dos cosas diferentes o contrarias pueden ser buenas y bellas en diferentes lugares: mudémoslas de lugar, y acaso pierdan su mérito. Lo que sí se debe hacer es compararlas mentalmente y ver cómo la una puede ser completada por algo de la otra; de suerte que subsistiendo ambas para mayor variedad, agrado, distracción y goce de nuestros sentidos, se embellezcan con todas aquellas perfecciones que concuerdan con su modo de ser natural, y que por esto no se vea ni pueda decirse que son imitadas.