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Esta es la novela de las grandes soledades, de los montes desnudos y las llanuras arenosas donde los proscritos buscan refugio. El protagonista creyó encontrar en el vasto e inhóspito escenario un alivio a sus terribles remordimientos. La lucha en el silencio y la fiereza del páramo robustecen sus músculos, pero no traen a su alma el sosiego. Si oye la íntima llamada del deber que lo aparta del yermo, el viejo Dismukes, otro curtido caminante que quiso volver a la civilización, se siente como un extraño entre los hombres.Zane Grey describe las amarguras, las esperanzas, las trágicas vacilaciones de quienes han querido medir sus fuerzas con las temperaturas tórridas y los crueles vientos de la soledad, y refleja con igual maestría la lucha física de los personajes de su novela y las terribles borrascas que se desatan en sus corazones.
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Los caminantes del desierto de Zane Grey
-En el mismo campamento, dos millas cañón arriba, no es fácil hallar acomodo. Pero aquí hay una familia mejicana con la que vivía un forastero que acaba de morir y lo han enterrado hoy. Podría usted ocupar su cuarto. Es una casa de adobe, la primera que se encuentra. Pregúnteselo a Margarita, que está allí; ella le informará.
Adán se dirigió hacia la muchacha y, cuando llegó a su lado, echó al suelo su equipaje.
-Buenos días, señor. -La suave y clara voz de la mejicana armonizaba con su cara morena llena de picardía, enmarcada por un pelo tan negro como el azabache e iluminada por dos ojos grandes y negros como la noche.
Adán no hablaba español con la fluidez de los mejicanos, pero se hacía entender. Correspondió al saludo de la joven, pero vaciló en preguntar lo que deseaba. Sintióse un poco aturdido ante aquellos ojazos negros, pues le recordaban otros que deseaba olvidar. Sin embargo, experimentó un estremecimiento de placer ante el bello rostro de la niña, que le sonreía. Las mujeres sonreían siempre a Adán. Margarita, muchacha de unos diecisiete años, hacíalo con los ojos entornados, que resultaban más provocativos aún, volviéndose un poco de lado con gracioso movimiento. La vacilación de Adán fue consecuencia de su repentina emoción ante la proximidad de algo muy femenino y atrayente. de algo que antes le había causado una herida. Pero la emoción pasó pronto. Acababa de cruzar osadamente el umbral de una vida nueva y libre.
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