La religiosa

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Título: La religiosa Autor: Denis Diderot Género: Filosófico

Obra de madurez, La religiosa es casi un resumen de las mejores virtudes de su autor. En la novela brilla su novedoso ideario, su fina humanidad, y un estilo seguro, vivo, lúdico, que no frena la pasión arrebatadora de algunos pasajes. La historia se basa en un caso real vivido de cerca por Diderot en 1760. Se procesó en París a una religiosa que rechazaba los votos por las mismas razones que Susana Simonin, la protagonista. El marqués de Croixmare quiso ayudar de alguna manera a la muchacha. Diderot y otros concibieron una broma y comunicaron al marqués que la procesada había huido del convento y solicitaba su favor. Aclarado el equívoco, Diderot conservó la anécdota y relató en forma de memorias esta novela que, con el tiempo, había de convertirse en uno de los clásicos de la literatura francesa.

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Portada del libro La religiosa

La religiosa de Denis Diderot


Sinopsis

La "Siposis" es un término utilizado en la lingüística para referirse a la interpretación o traducción de un texto de una lengua a otra.

En cuanto a la obra "La religiosa" de Denis Diderot, no existe una siposis específica para este libro en español. "La religiosa" es una obra en francés que fue escrita por Diderot en el siglo XVIII, y aunque ha sido traducida a varios idiomas, no existe una traducción oficial al español.

Sin embargo, hay varias versiones en español de "La religiosa" que han sido realizadas por diferentes traductores y editores. Estas versiones pueden variar en términos de estilo y precisión, pero todas ellas intentan transmitir el significado y el espíritu de la obra original de Diderot.

Fragmento del libro


No recuerdo, señor, más que de manera muy imperfecta, todo lo que me dijo. Ahora que cotejo su discurso, tal como acabo de repetirlo, con la impresión terrible que me produjo, no puedo compararlo con nada, pero ello es debido a que lo conservo como fragmentado, a que le faltan muchas cosas que no he retenido por no relacionarlas con ninguna idea inteligible y a que no daba y no doy todavía ninguna importancia a cosas sobre las que él se refería con la mayor violencia. Por ejemplo: ¿qué es lo que encontraba de extraño en la escena del clavecín? ¿No hay acaso personas en las que la música produce la reacción más violenta? Me han dicho, a mí misma, que ciertas tonadas, ciertas modulaciones cambiaban enteramente mi fisonomía: en ese momento, de hecho, yo estaba fuera de mí, ni sabía acaso en qué me convertía; no creo que fuese entonces menos inocente. ¿Por qué no hubo de suceder lo mismo con mi superiora, que era, ciertamente, pese a todas sus locuras y desigualdades, una de las mujeres más sensibles que ha habido en el mundo? No podía escuchar una narración un tanto emocionante sin fundirse en lágrimas; cuando le conté mi historia, la puse en un estado que daba lástima. ¿Acaso el padre Lemoine no hacía también un crimen de su conmiseración? Y la escena de la noche, cuyas consecuencias le infundían un terror mortal. Ciertamente, este hombre es demasiado severo.

Sea como sea, ejecuté puntualmente lo que me había prescrito, de lo que había sin duda previsto las consecuencias inmediatas. Tan pronto como salí del confesonario, fui a prosternarme al pie del altar; tenía la cabeza turbada de espanto; permanecí allí hasta la hora de la cena. La superiora, inquieta por lo que habría sido de mí, me había hecho llamar. Le dijeron que estaba rezando. Mostróse varias veces a la puerta del coro; pero yo hice como si no la hubiese visto. Llegó la hora de cenar; fui al refectorio; cené en una exhalación y, acabada la cena, regresé inmediatamente a la iglesia; no hice acto de presencia en el recreo de la noche; a la hora de retirarse y acostarse, no subí. La superiora no ignoraba dónde estaba. Era bien avanzada la noche; todo estaba en silencio en la casa, cuando acudió a mi lado. La imagen bajo la cual el director me la había mostrado reprodújose en mi imaginación; cogióme un temblor y no osaba mirarla; pensé verla con una cara horrorosa, completamente rodeada de llamas y decía en mi interior:


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