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En octubre de 1918 el oficial del ejército austriaco Herbert Menis es enviado de nuevo al frente tras un breve periodo de convalecencia. A su llegada a Belgrado conoce a Resa Lang, una joven dama de la corte de María Antonia de Austria, y decide conquistarla. El romance se desarrollará en un ambiente lleno de contrastes: los fastos de la corte y los regimientos austrohúngaros frente a la crudeza de la guerra y las privaciones de la población; los protagonistas de la historia parece que estuvieran fuera de su tiempo, encarnando un imperio que está a punto de desaparecer. Publicado en 1934, El estandarte es una de las mejores novelas que se han escrito sobre el fin del Imperio Austrohúngaro, una magnífica novela de amor y aventuras que retrata la desintegración del poder y el caos generado por la caída del Imperio.
El estandarte de Alexander LernetHolenia
El título "El estandarte" es una obra de Alexander Lernet-Holenia, y su título en español es "El estandarte: una historia de la historia".
El libro es una novela corta que se publicó originalmente en alemán en 1930 con el título "Der Fahnenhof". La trama sigue a un joven aristócrata austríaco que se encuentra con un misterioso estandarte en una cueva cercana a su castillo, y que comienza a experimentar extraños sueños y visiones que lo llevan a descubrir la verdad sobre su familia y su pasado.
La obra de Lernet-Holenia es conocida por su estilo poético y su exploración de temas como la identidad, la memoria colectiva y la historia. Es considerada una obra maestra de la literatura austriaca y ha sido traducida a varios idiomas.
Miró a su alrededor: nos hallábamos delante de la puerta de un cafetucho; la abrió de golpe, vio que estaba lleno de gente, volvió a cerrarla y siguió corriendo. Unas casas más allá entró en otro café y dio media vuelta enseguida para huir de nuevo, pero yo le rogué que se calmara.
-Tú no lo comprendes -prorrumpió-. Es imposible que lo comprendas hasta que te lo haya explicado.
A pesar de todo conseguí que se tranquilizara un poco. Se pasó la manga por la frente y parecía hacer un gran esfuerzo por dominarse. Al cabo de unos minutos habíamos llegado a la plaza del Mercado Nuevo y él la atravesó en dirección al hotel Ambassador, donde entró. El vestíbulo del hotel estaba vacío. Pasó corriendo al lado de los empleados, se dirigió a una mesa del fondo del vestíbulo rodeada de algunos sillones, tiró el sombrero y llamó a un mozo. Luego se dejó caer en un sillón.
-Hazme el favor de sentarte -dijo-. Necesito tomar algo inmediatamente. Me harás el favor de pagarlo, pues me parece... -y rebuscaba en sus bolsillos- que no me queda más dinero.
Se levantó, se quitó el abrigo y golpeó insistentemente con las manos en los brazos del sillón. Seguía muy pálido. Vino un mozo y él pidió dos copas de coñac. Yo volví a ofrecerle cigarrillos.
-Tienes que comprenderme bien -dijo, mientras comenzaba de nuevo a despilfarrar fósforos-. Ese interés mío por los mendigos no es cierto. No me interesan nada. Los únicos que me importan son los que vienen de la guerra. Simplemente no puedo librarme de ella. Tampoco creo que la guerra haya terminado de veras. Esta guerra aún continúa. Continúa para todos los que han participado en ella y ahora tienen que mendigar en la calle. También sigue dentro de mí. Incluso creo que para mí empezó solamente una vez que hubo terminado. Antes no la entendía. Solo cuando ya no hubo guerra empecé a comprenderla.
Alexander Lernet-Holenia
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