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Hacía más de dos horas que se habían internado en los bosques sombríos de las ciénagas de Voltemand. Los camiones rezumaban fango maloliente y el rugido de los motores resonaba en las malsanas frondas que los cubrían. Fue entonces que el coronel Ortiz vio a la muerte. Iba vestida de rojo y estaba entre los árboles, a la derecha de la pista, inmóvil y al descubierto, observando a la columna de Basilisk. La ausencia total de movimiento fue lo que dejó helado a Ortiz. Doblaba casi en estatura a un hombre y resultaba aterradora con su armadura rojo sangre oxidada rematada por una curva cornamenta de bronce. La cara era la belleza esculpida de la muerte. Demonio. Guerrero del caos. Devorador de mundos.En el futuro de pesadilla de Warhammer 40000, la humanidad se encuentra al borde de la extinción. La Guardía Imperial es la primera línea de defensa de la humanidad frente a los asaltos de un enemigo implacable. Para los Primeros de Tanith y su intrépido comandante, el comisario Ibram Gaunt, se trata de una guerra en la que deben estar dispuestos a dar no sólo sus vidas, sino también sus almas.
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El hacedor de fantasmas de Dan Abnett
El título "El hacedor de fantasmas" es "The Ghostmaker" en inglés, y su autor es Dan Abnett.
En cuanto a la síntesis en español, te proporciono la siguiente información:
El libro "The Ghostmaker" es una novela de ciencia ficción escrita por Dan Abnett y publicada originalmente en 2007. La trama sigue a un equipo de soldados espaciales que se enfrentan a una amenaza alienígena conocida como los "Fantasmas", que pueden absorber y manipular la materia y la energía.
El protagonista, el Capitán Ichara, es un soldado experimentado que se encuentra con un misterioso y poderoso ser conocido como el "Hacedor de Fantasmas", que puede crear y controlar a los Fantasmas. Ichara y su equipo deben enfrentarse a esta amenaza y descubrir la verdad detrás de los Fantasmas y su creador.
Ibram Gaunt bajó los escalones del cobertizo y los pies se le hundieron veinte centímetros por debajo de la superficie satinada del agua. Hizo una pausa. Las ondas aceitosas se aquietaron y pudo observar su imagen reflejada horizontalmente en el agua fétida que tenía a sus pies. Se vio allí, alto y delgado, con su rostro de facciones marcadas y pómulos altos que le daban un aspecto demacrado.
Apartó la vista y miró hacia arriba a través de las hojas carnosas de los árboles y de la enmarañada vegetación baja. Desde el horizonte, oculto en parte por una neblina rezumante, se oía ora más cercano, ora más lejano, el resonar de las armas del ejército imperial, enfrentado con la pesada artillería del Caos.
Avanzó unos pasos por el agua cenagosa, hasta alcanzar la tierra seca de una isleta, en la que los zarcillos y las flores aéreas formaban una espesa capa, y siguió un pasillo hecho con enrejado de madera que seguía hacia las líneas.
Detrás de una larga empalizada de tierra, que formaba una ese de tres kilómetros de largo, los Primeros de Tanith esperaban su turno para entrar en batalla. Ellos mismos habían construido el parapeto y lo habían reforzado con tableros antiaéreos, que se iban pudriendo rápidamente. Detrás de la defensa, se habían excavado terraplenes artificiales para mantener las cajas de munición fuera del agua. Su ejército de mil quinientos hombres estaba dispuesto en grupos de disparo. Todos vestían las capas negras y las oscuras armaduras corporales de reglamento que eran su distintivo. Algunos montaban guardia ante los agujeros excavados en el parapeto, con las armas preparadas. Otros tripulaban pesados nidos de armamento. Los había que fumaban y charlaban en grupos, especulando. Todos tenían los pies hundidos en no menos de quince centímetros de fango.
Los vivaques, plantados también sobre pilotes de madera por encima de la ciénaga, estaban unos treinta metros por detrás de la línea del parapeto, como pequeños santuarios de sequedad a salvo del barro. Gaunt siguió la línea del terraplén hasta el primer grupo de hombres que estaban levantando un escalón, junto al parapeto, con barro que sacaban del agua a paladas.
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