Leer libro Campos de Castilla en formato epub
La estancia de Antonio Machado en Soria y el contacto diario con la tierra, paisaje y alma castellanos, contagiaron al poeta de su hondura esencial hasta lograr una identificación y un eco en su interioridad lírica. «Campos de Castilla», su libro capital, representa la expresión de esta andadura. A la exposición de lo temporal, de lo objetivo y de lo efímero —la poesía es palabra en el tiempo—, Antonio Machado comunica su preocupación filosófica y su meditación en torno al destino de España.
Campos de Castilla de Antonio Machado
La síntesis en español del libro es la siguiente:
"Campos de Castilla" es un poemario escrito por Antonio Machado en 1912, durante su exilio en Francia. En él, el autor describe la vida y la naturaleza de la región de Castilla, con un enfoque en la belleza y la riqueza de su paisaje, así como en la vida y las tradiciones de sus habitantes.
El libro se divide en siete secciones, cada una de las cuales explora un aspecto diferente de la región de Castilla. Machado utiliza un lenguaje poético y evocador para describir los paisajes, los campos de trigo, las montañas, los ríos y las ciudades de la región.
Además, el autor reflexiona sobre la vida y la cultura de los campesinos y los trabajadores de la tierra, y cómo su vida está influenciada por la historia y la cultura de la región.
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-;
mas recibí la flecha que me asignó Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
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