Bestiario medieval

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Título: Bestiario medieval Autor: Anónimo Género: Otros

En la Edad Media cualquier colegial se sabía el Bestiario de memoria y, junto con la Biblia, el Physiologus fue el libro más difundido. A pesar de su probable exageración, estos datos bastan para justificar la publicación de una obra como ésa en una colección de lecturas medievales: los textos de esta antología del Bestiario medieval pretenden ofrecer una imagen de cada animal seleccionado partiendo de distintos fragmentos descriptivos entresacados de bestiarios medievales sin olvidar las fuentes griegas, latinas y árabes, así como de las «nuevas» enciclopedias que los viajeros y compiladores del siglo XVI realizaron a partir de la tradición medieval.

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Portada del libro Bestiario medieval

Bestiario medieval de Anonimo


Sinopsis

La siposis del libro en español es:

"El Bestiario medieval es una obra anónima compuesta por un conjunto de textos y ilustraciones que describen y representan a diferentes animales, tanto reales como fantásticos, según la creencia popular de la Edad Media. El libro está escrito en un estilo poético y metáfórico, que busca transmitir enseñanzas morales y religiosas a través de la descripción de los animales.

En el libro, se incluyen descripciones de animales como el león, el tigre, el unicornio, el grifo, el dragón, entre otros, así como también se mencionan criaturas mitológicas como el basilisco, el sátiro y el centauro. Cada descripción está acompañada de una ilustración que representa al animal en cuestión, lo que permite una mejor comprensión de su apariencia y características.

Fragmento del libro


Estos animales son enemigos de las serpientes. Cuando se sienten abrumados por la enfermedad, sorben a las serpientes, sacándolas de sus madrigueras con una aspiración de sus narices; una vez superado el peligro del veneno, los ciervos recuperan la salud comiéndose a las serpientes.


La planta llamada díctamo les ofrece el mismo tipo de alimento medicinal, pues cuando han comido de ella pueden desprenderse de cualquier flecha que lleven clavada.


Los ciervos escuchan admirados la música de las flautas rústicas. Con las orejas enhiestas, oyen con toda agudeza; con las orejas gachas, no oyen. Estos animales tienen también la siguiente peculiaridad: cuando cambian de territorio por apetencia de nuevos pastos, y van triscando hacia allá, si por ventura deben cruzar grandes ríos o mares, cada uno apoya la cabeza en los cuartos traseros del que le precede, y como el que va detrás hace otro tanto, no sufren la molestia del peso. Y cuando han colocado la cabeza en dicha parte, se apresuran a cruzar a la mayor velocidad posible, por miedo a resultar ensuciados.


Los ciervos tienen otra característica, también: y es que, después de haber comido serpientes, cambian de piel y así rejuvenecen.


Estos rasgos parecen corresponder a gente devota de la Santa Iglesia, mediante un simbolismo congruo y adecuado. Pues, cuando los cristianos dejan su territorio, es decir, este mundo, por amor de los pastos del cielo, se apoyan uno en otro, o sea que los más perfectos aguantan y soportan el peso de los que lo son menos, mediante su ejemplo y sus buenas obras. Y si se enfrentan a alguna ocasión de pecado, se apresuran a cruzar inmediatamente de largo. También, después de absorber al demonio— serpiente, o sea después de la penetración del pecado, corren a confesarse ante Nuestro Señor Jesucristo, que es el manantial verdadero, y, bebiendo de los preceptos que promulgó, nuestros cristianos se ven renovados, al haberse librado de la vejez, que es el pecado.


Guando la estación apropiada pone al ciervo en celo, los machos de la especie braman con la furia del deseo. Aunque las hembras puedan estar previamente preñadas, no conciben hasta el tiempo de la estrella Arcturus. Ni dan a luz en cualquier parte, sino que ocultan a los cervatos con tierna solicitud, y, tras meterlos en alguna zona de espesos arbustos o matorrales, les advierten con un pisotón que permanezcan escondidos.


Cambridge, 37-39


David, que escribió el salterio, dice en el centésimo salmo: «El ciervo desea la fuente». Le gusta mucho el agua clara y sana; pero el dragón es de tal índole que mata las crías del ciervo cuando puede penetrar en su madriguera. Cuando el ciervo logra encontrarlo, le hace salir con su aliento, que el dragón no puede soportar. El ciervo lo destroza y lo engulle; lo hiere y lo mata pateándolo. Para evitar envenenarse, el ciervo va en busca de agua clara y pura; va a vomitar en la fuente, ya que no puede soportar el veneno. A causa de la ponzoña y de la hinchazón, se le caen inmediatamente los cuernos, muda de uñas y de piel, le sudan todos los miembros. Después de bañarse, está curado; todo su cuerpo rejuvenece. El ciervo representa al hombre que hace penitencia. Cuando el hombre se siente en pecado y presa del diablo, debe quitárselo de encima mediante el ayuno y la vigilia. Debe acudir a la Santa Iglesia y arrancar su pecado; ha de mortificarse y sufrir, abandonar el orgullo de su carne, dar limosnas, rezar, ayunar y afligirse.


G,


VV


. 1053-1086


El lagarto


(I. 10


[15]


)


Existe un lagarto llamado solar, como dice el


Fisiólogo


. Cuando envejece, se le nublan los ojos y queda ciego, así que no ve la luz del sol. ¿Qué hace entonces, en virtud de su excelente naturaleza? Busca un muro orientado hacia Levante, y se introduce en una grieta del muro: y cuando sale el sol, se le abren los ojos y vuelven a quedar sanos.


De la misma manera, tú, oh hombre, si llevas el vestido del hombre viejo, y los ojos de tu corazón están nublados, busca el sol naciente de la justicia, Cristo Dios nuestro, cuyo nombre es Oriente en el libro del profeta [Zac 6, 12], y Él abrirá los ojos de tu corazón.


Phys. griego: Zambon, 40-41, n. ° 2; Lauchert, 231-232; Carlill, 232-233; Peters, 77-78


Hay tres variedades de lagartos: una grande, otra pequeña y otra que se calienta en verano y que causa graves mordeduras a los hombres. Pero cuando el lagarto pequeño envejece, entra por un orificio estrecho de un muro que dé al sol, y se despoja del vaho de sus ojos y de toda su vejez.



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