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La clave para entender el problema moral en Aristóteles está en el estudio de sus tres tratados de ética: Ética nicomaquea, Ética eudemia y el que ahora presentamos, Magna moralia, también llamado Gran Ética, que no es simplemente una colección de extractos de los otros dos tratados, sino una magistral síntesis, bajo la forma de una breve serie de tratados.Aristóteles nació en Estagira en 384 y murió en Calcis en 322 a. C. A la muerte de su padre se trasladó a Atenas, en donde siguió las lecciones de Platón en la Academia. Fue preceptor de Alejandro Magno, al que infundió la admiración por la cultura griega y el aprecio de la investigación científica. Vuelto a Atenas fundó la escuela del Liceo y escribió la mayor parte de sus obras.Una razón para volver a la ética de Aristóteles es estudiar lo mucho que dista su perspectiva ética de la nuestra. No es descabellado decir que hoy en día vivimos sin una moralidad coherente y coercitiva, opinó Jonathan Lear, máximo conocedor de la obra del Estagirita.
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La gran moral de Aristoteles
La "Gran Moral" de Aristóteles es un libro filosófico que se divide en tres partes: la primera trata sobre la virtud, la segunda sobre la felicidad y la tercera sobre el bien y la felicidad.
En español, la síntesis de la obra de Aristóteles "La Gran Moral" podría ser:
* En la primera parte, Aristóteles explora la idea de la virtud y cómo se relaciona con la moralidad. Define la virtud como una habilidad o capacidad que se adquiere a través de la práctica y la experiencia, y argumenta que la virtud es el objetivo principal de la moralidad.
* En la segunda parte, Aristóteles examina la idea de la felicidad y cómo se relaciona con la virtud.
Añado que cuando se quiere hacer alguna demostración es preciso servirse de ejemplos que no sean perfectamente claros; y sí valerse de otros evidentes, para aclarar las cosas que lo han menester; se necesitan ejemplos materiales y sensibles para las cosas del entendimiento, porque éstos son mucho más tangibles; y he aquí por qué cuando se intenta explicar el bien no debe traerse a cuento la Idea del bien. Sin embargo, hay gentes que se imaginan que no se puede hablar debidamente del bien sin acudir forzosamente a su idea o la Idea del bien. Es preciso, dicen, hablar de este bien, por que es el bien por excelencia, y como en todas las cosas la esencia, tiene este carácter eminente, concluyen de aquí que la Idea de bien es el supremo bien. No niego que este razonamiento tenga algo de verdadero. Pero la ciencia, el arte político de que aquí se trata, no tiene en cuenta este bien, porque lo que indaga es el bien relativo a nosotros mismos. Así como ninguna ciencia ni arte dice que el fin que se propone es bueno, la política tampoco lo dice del suyo, y por consiguiente no discute ni habla del bien que sólo se refiere a la idea.
Pero se dirá, quizá, que es conveniente y posible partir de este bien ideal como de un principio sólido, y tratar en seguida de cada bien particular. Rechazo este método, porque jamás debe recurrir- se a otros principios que los que sean propios de la materia que se va a estudiar. Por ejemplo, para probar que un triángulo tiene sus tres ángulos iguales a dos rectos, sería un absurdo partir del principio de que el alma es inmortal. Este principio nada tiene que hacer con la geometría, y un principio debe ser siempre propio y ligado con su objeto, y en el ejemplo que acabo de presentar se puede muy bien probar que un triángulo tiene sus tres ángulos iguales a dos rectos sin el principio de la inmortalidad del alma. En la misma forma se pueden estudiar muy bien los demás bienes, sin acordarse de la Idea del bien, porque la idea no es el principio propio de este bien especial que se busca y se estudia.
Sócrates persigue una sombra cuando quiere convertir las virtudes en otras tantas ciencias. Mejor hubiera sostenido este otro principio de que en la naturaleza nada se hace en vano, y entonces habría visto que si las virtudes son ciencias, como dice, resultaría necesariamente que las virtudes son perfectamente vanas. ¿Y por qué? Porque en todas las ciencias, desde el momento que se sabe de una lo que es, es uno, no sólo conocedor, sino poseedor de ella. Por ejemplo, si se sabe lo que es la medicina, desde aquel acto el que la sabe es médico, y lo mismo en todas las demás ciencias. Pero nada de esto sucede respecto a las virtudes, porque podrá uno saber lo que es la justicia no por eso se hace justo en el acto, y lo mismo sucede con todas las demás. Y así las virtudes serían perfectamente vanas en esta teoría, preciso decir que no consisten únicamente en la ciencia.
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