Historia de Lanzarote del Lago

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Título: Historia de Lanzarote del Lago Autor: Anónimo Género: Aventuras

Sin duda la novela artúrica más importante de cuantas se escribieron en la Edad Media, LANZAROTE DEL LAGO, anónima recopilación en prosa concluida antes de 1230, constituye el núcleo central, la parte más extensa del denominado Ciclo de la Vulgata. La obra narra la biografía del caballero desde su nacimiento hasta que Galaz, su hijo, cumple quince años y se encuentra en edad, por tanto, de dar comienzo a sus propias gestas. La abundancia de personajes que intervienen en la narración, así como la variedad de peripecias y aventuras que quedan en suspenso para ser retomadas más adelante, confieren a la obra la estructura característica de un complejo entramado.

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Portada del libro Historia de Lanzarote del Lago

Historia de Lanzarote del Lago de Anonimo


Sinopsis

La obra "Historia de Lanzarote del Lago" es un libro anónimo del siglo XVI que narra la historia de la isla de Lanzarote, ubicada en el archipiélago canario. La obra es una crónica que abarca desde la época prehistórica hasta la época contemporánea, y ofrece una visión detallada de la geografía, la cultura y la historia de la isla.

En cuanto a la síntesis en español, podría ser algo así:

"La Historia de Lanzarote del Lago es un libro anónimo del siglo XVI que proporciona una visión completa y detallada de la historia de la isla de Lanzarote, desde sus orígenes prehistóricos hasta la época contemporánea. La obra es una crónica que ofrece información sobre la geografía, la cultura y la historia de la isla, incluyendo eventos políticos, sociales y económicos.

Fragmento del libro


La reina, que teme que se quede sin posesiones, así se lo aconseja, «pues si os falla el rey Arturo, ¿quién os podrá ayudar?».


—Señora, ya que estáis de acuerdo, lo haré. Pienso ir en persona a la corte del rey Arturo y le pediré ayuda. Él tendrá más compasión así que si yo no estoy, pues me verá delante, mientras que si le envío un mensajero no me serviría de nada, pues el mejor modo para que se crean las malas noticias es llevarlas uno mismo. Preparaos ahora, pues vendréis conmigo, y no nos acompañará nadie más, sino vuestro hijo y un escudero que nos servirá en lo que necesitemos: quiero que el rey Arturo se compadezca de nosotros cuando nos vea; nos pondremos en marcha esta misma noche. Procurad coger todas las riquezas que podáis, tanto en joyas como en vajilla; metedlo todo en grandes cofres, pues no sé qué pasará con el castillo antes de mi regreso, y por nada desearía que os quedarais desamparada; no es que tema que consigan tomar el castillo con la fuerza, pero nadie puede evitar la traición. La reina se prepara siguiendo las instrucciones del rey; cuando ya está dispuesta, el rey le dice que procure que no falte de nada en su rocín, pues tendrán que cabalgar esa misma noche. El criado, que quería mucho a su señor, cumple las órdenes de inmediato, y apresta un animal grande, fuerte y rápido. Entre tanto, el rey fue a ver al senescal y le reveló sus intenciones de ir a la corte del rey Arturo, «y confío más en vos que en nadie, pues siempre os he amado: os encomiendo que guardéis el castillo, como si fuera el corazón de mi vientre. Mañana le diréis a Claudás que he enviado a buscar a mi señor el rey Arturo; aseguradle que, si no soy socorrido antes de cuarenta días por el rey Arturo, le entregaré el castillo tal como él desea. Pero procurad que no se entere de que me he ido, pues poco le importaría la posesión del castillo si no estoy yo en él».


—Señor —le responde el traidor—, no os preocupéis, pues me encargaré de hacerlo todo.


El rey Ban durmió poco aquella noche, porque las noches eran cortas: según dice la historia era el quince de agosto. Estaba nervioso por la preocupación del viaje que iba a emprender; se levantó tres horas antes de amanecer, y cuando estuvieron ensillados los caballos y preparado todo lo demás, encomendó a Dios al senescal, el castillo y a sus gentes. A continuación, salió por una pasarela de zarzas que atravesaba el río: el castillo sólo estaba sitiado por una parte, a unos tres tiros de allí, pues por esta otra parte había muchos desniveles y malos terrenos, de forma que al otro lado del río no se podía establecer nadie: el pantano era grande y profundo y sólo había una senda estrecha de más de dos leguas de larga.


El rey Ban toma el sendero con su mujer, que cabalgaba en un hermoso palafrén, grande y cómodo, acompañado por un escudero fiel y buen servidor, que llevaba al niño delante de él en un gran rocín. El rey Ban montaba un palafrén que ya había probado, mientras que un muchacho le llevaba su veloz y resistente corcel. El escudero tenía el escudo, y un muchacho llevaba la acémila y la lanza del rey. La acémila iba muy cargada por las joyas, la vajilla y el dinero.


El rey llevaba puestas las calzas de hierro y la cota de mallas, ceñía la espada y se cubría con una capa pluvial; iba el último de todos. Cabalgaron hasta atravesar el pantano. Luego, entraron en el bosque; a la media legua, llegaron a una hermosa pradera a la que el rey había ido en muchas ocasiones; se dirigieron a un lago que había en un extremo, junto a una alta colina, desde la que se podía ver toda la región. Ya había amanecido. El rey dijo que no continuarían hasta que hubiera más claridad. Descabalga, pensando subir a una colina para contemplar su castillo, al que quería más que a ningún castillo del mundo. Al cabo de un rato, el rey vuelve a montar y deja a la reina con su acompañamiento junto al gran lago, que desde tiempos paganos se llamaba lago de Diana. Diana fue reina de Sicilia en la época de Virgilio, el buen autor, y la loca gente que había entonces la consideraba diosa; era la dama que más disfrutaba en el bosque, y se pasaba los días cazando, por lo que los paganos la llamaban «diosa del bosque».


El bosque en el que estaba el lago era más pequeño que los de Gaula y Bretaña la Menor, pues apenas tenía diez leguas galesas de largo y seis o siete de ancho. Se llamaba Bosque del Valle. El rey Ban subió la colina para ver el castillo que tanto quería; pero la historia deja de hablar de él durante un poco de tiempo, y lo hace del senescal, al que le había encomendado el castillo.



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